domingo, 1 de noviembre de 2009

El principio del final

Son las 2:08 de la madrugada del 31 de octubre y la melancolía invade mi cuerpo. Ya no falta casi nada para cumplir los 24 y me pongo a pensar que tal vez sea uno de mis últimos cumpleaños, sino el ultimo, que lo pasaré con muchos de mis compañeros de la universidad, no digo todos pero si habrán varios que pasando mi onomástico y terminando la carrera sólo me comunicaré por la vía mas fría que puede existir, el Messenger o un teléfono.

Los abrazos y los gestos de afecto se extinguirán para dar paso a solo un recuerdo. Por eso este cumpleaños quiero pasarlo con mucha gente, y disfrutar cada momento que me queda, sólo un mes.

He tenido muchos cumpleaños que he celebrado, justo ayer ordenando algunas cosas encuentro un VHS de cuando cumplí 8 años, fue con mago y con muchas personas que hoy ya no forman parte de mi vida (lo recuerdo como si fuera ayer). Con una ingenuidad marcada pensé que la magia existía, ahora sé que fue muy iluso de mi parte pensar eso, pues si fuera cierto, ¿a quién no le gustaría volver al pasado? A mi sí.

Volver a ese pasado del rancho, donde mi abuela existía, y aunque sé que ella estuvo presente físicamente en mi primer año, en mi memoria, estuvo los 23 y ahora los 24 años de edad que cumpliré la semana que viene. Quiero que ella desde el cielo, su cielo, me vea dichoso.

Pero así como ese cumpleaños en el rancho y en el que asistió un mago, hubieron otros que me llenaron de mucha felicidad como los celebrados desde que estuve en la universidad, especialmente los dos últimos, y este año espero no sea la excepción.

En mi época universitaria he celebrado 4 cumpleaños, con el del sábado sería el quinto y el último, para así cerrar y dar fin a una etapa que me llenó de muchas satisfacciones. Será una final anticipada.

Nadie sabe qué pasará después. Nadie tiene la vida comprada. Trabajaré, de repente haré mi vida afuera, o quizá será el momento de partir – sí me entienden, ¿verdad? -. Pero lo único que sí quisiera en el poco o mucho tiempo que me queda es estar con mis verdaderos amigos y la familia.

Yo no anhelo tener un millón de amigos como Roberto Carlos, con los que tengo ya me siento más que bendecido y agradecido, sólo quiero conservarlos hasta el final de mis días que espero sean muchos años más.

Son las 3:50 de la madrugada y mis ojos agotados y cansados me indican que ya es hora de dormir, mañana será otro día y sólo espero que el próximo fin de semana, tanto yo como mis invitados, pasemos un momento de mucha adrenalina, porque si hay algo que espero con tantas ansias cada año, aparte de la Navidad y el año Nuevo, es mi cumpleaños y los que me conocen pueden dar fe de ello.

Se despide, Ricardo.