lunes, 10 de agosto de 2009

Fue ayer…y si me acuerdo

Hoy es una tarde lluviosa en Lima y las bocinas de los carros inundan la capital, así que decidimos con mi familia ir en búsqueda de sol y tranquilidad.

Camino a Cieneguilla unas cometas de colores llamaron mi atención y me hicieron retroceder muchos años atrás. Me pongo a recordar todos los juegos de infancia que me extasiaba jugar con aquellos amigos de antaño que fueron testigos de las largas horas de travesuras y diversión.

Nos reuníamos todos los días en un lugar específico, recuerdo, y decidíamos el plan de ese día, muchas veces cada uno salía con un muñeco diferente para empezar a jugar con la tierra; el sudor y las manchas en las manos eran cómplices de las horas de alegría.

Crecimos bajo el mismo cielo con la cara sucia de tanto jugar, no había mas felicidad que aquel cometa ver volar y aquel trompo de madera ver bailar. Era la felicidad más gratificante que unos objetos de madera y plástico podrían darte.

El auto que mi padre esta manejando esta cada vez cerca del lugar, lo noto porque la señal del nextel esta fuera de servicio.

Otros entretenimientos que desempolva mi mente son los infaltables juegos de canicas, el montar bicicleta y el juego de las escondidas.

Era de esas infancias donde no existía la malicia, el egoísmo ni el que uno tenga más o menos. Todo se compartía, la cosa era ver dibujada en nuestros rostros una sonrisa que solo la luna apagaba cuando ya era hora de tomar la siesta.

Suena la bocina de un automóvil y vuelvo a mi realidad, ya estoy apunto de llegar a mesa de piedra (restaurante campestre) y vuelvo a sonreír con nostalgia.

Ha pasado mucho tiempo, algunos amigos perduran, otros se han ido, pero nosotros los de entonces ya no somos los mismos. En estos tiempos estoy apunto de acabar una carrera, tengo buenos amigos, grandes amigos y otras experiencias que vivir, totalmente diferentes a las de ayer, pero que harán que cada día crezca como persona.

Ahora solo me toca aborrecer a Fisher Price o Max Steel porque de la infancia de ayer ya no queda nada, la tecnología (en este caso en los juguetes) acabó con la inocencia de los niños de hoy. Tanto avance tecnológico embrutece a muchos y hace que un puberto de esta década queme etapas muy rápido, por eso puedo decir con orgullo... ¡Ampay me salvo!